Eran las 6:17 de la tarde del día lunes 24 de diciembre de 2007 cuando decidimos salir a dar los golpes de este día, con el fin de conseguir un poco mas de dinero para estas fechas. Nos montamos en el vehiculo que nos transporta en estos casos y que se ha convertido en nuestro principal cómplice gracias a sus placas duplicadas.
Fuimos en busca de nuestro primer golpe del día a una zona donde siempre hemos sacado buenos botines, a Equipetrol, donde extrañamente este día no había gente caminando por las zonas que son las mejores para trabajar. Entonces, al ver la sequía victimaria, nos decidimos a cruzar la Avenida San Martín e ir al otro lado de Equipetrol, a la zona de la Plaza Italia, canchón descubierto, donde la apertura del campo no da lugar a victimas huyendo. Al entrar a la plaza observamos muy poca gente, aunque mas movimientos, un joven vestido de oficina hablando descuidado por su celular, un señor mayor paseando con una pelota de futbol y algunos serenos en las esquinas de la plaza. De lejos no se veía bien a ninguna de nuestras potenciales victimas, por lo cual decidimos acercarnos a indagar más en cuál de los dos seria finalmente. Dimos la vuelta a la plaza y nos entramos por una calle, nos paramos en la boca calle y bajamos del vehículo.
-Esta no es la calle- dije en voz alta, mientras observaba al joven con su celular en la mano.
-¿Qué calle te dijeron?- pregunté a mi compañero, sin esperar respuesta, indagando más en las posibles víctimas. El joven me miró a la cara, parecía que me iba a hablar, sin embargo siguió su camino haciendo algo con su celular en la mano, extrañamente nunca lo guardo y siempre estuvo marcando números y llevándoselo a la oreja. Ahí vi que era un celular de los caros. Ya habíamos decidido que sería él.
Dimos la vuelta por una calle de atrás, me preparé con la pistola automática sin balas en la mano y avanzamos por atrás del joven que ya había avanzado dos cuadras y ya estaba hablando por teléfono. Seguimos la misma rutina de siempre, mi compañero aceleró y al pasar por el lado del joven frenó de golpe, yo que estaba ya acomodado del lado que el caminaba abrí la puerta velozmente, me baje, hice el show de cargar la pistola sin balas y se la puse a la altura del hígado.
-¡Dame el celular!- le grité.
-Toma- me dijo, bastante tranquilo, y me lo entregó sin más.
-¡Dame la billetera!- le grité una vez mas.
-Me dejas sacar mi carnet, por favor- me dijo el joven mientras me entregaba la billetera.
-¡No jodas! ¡Y no mires! – le grité nuevamente.
El joven giró la mirada hacia otro lado, yo me subí a nuestro cómplice y dentro mi colega me dice que saqué la plata y bote la billetera. Encontramos alrededor de 35 dólares, entre dólares y bolivianos, buen botín. Y ya que el joven se había portado tan bien, saqué la plata y arroje la billetera por la ventana. Salimos echando fuego.
Este fue un brevísimo relato de un asalto en la ciudad de Santa Cruz en estas fechas donde los ladrones también buscan aguinaldo, pero está vez la víctima fui yo, asaltado en Noche Buena, incomunicado en Navidad.